martes, 18 de agosto de 2015

Centollas

A las 9h. el día siguiente ya estábamos desayunados y con el ancla arriba, rumbo al paso O'Ryan.
Llegamos con sólo 5 minutos de adelanto sobre la hora de la marea muerta. El canal Acwalisnan tiene una anchura media de 1 km y una profundidad de 200m. En un espacio muy corto se estrecha hasta dejar un paso de unos 60 metros con una profundidad máxima de 5 metros.

Incluso en el momento de “marea muerta” teníamos dos nudos de corriente en contra y los remolinos eran importantes, la proa quería ir en cualquier dirección. Johan a la rueda pronto le pilló el punto y el Alea apuntó sin dificultad (o sin demasiada dificultad) al paso y ¡voilá! ya estábamos del otro lado.



Según las guías teníamos dos buenos fondeos a pocas millas y nos dirigimos al primero de ellos que parecía el más seguro: Bahía Millicet, buenos árboles a los que amarrar en uno de esos entrantes del relieve que nos gustan.

Llegamos rápido y sin problemas pero los árboles nos parecían más bien arbustos, y el calado que señala la guía (5m) era en verdad mucho menor (2m, teníamos que quedarnos lejos de tierra con cabos largos). No nos parecía tan protegido para el E... en fin, que dimos media vuelta y seguimos la búsqueda del fondeo perfecto.

Caleta Cluedo, según la guía protección para todos los vientos y posibilidad de atarse a ambos lados (cuatro cabos). Nos separaban solo 5 millas. Entramos en el laberinto de islotes hasta llegar al lugar... y tampoco nos gustó. Estaba en un hueco que prometía recibir muchas rachas y te podías atar a babor o estribor pero no con cuatro cabos; vimos un rincón que nos parecía mejor pero decidimos ir a Puerto Niemann que -sí o sí- tenía que servir porque se nos iba pasando el día.

A poco de salir de Cluedo pasamos por una zona que la carta llama Islas Duntze y vimos un recodo protegido por montones de islotes y ¡vimos dos barcos de pesca amarrados!


Aunque el fondeo no está en las guías, el hecho de que haya pescadores, acostumbra a ser una señal de buen lugar. Echamos un vistazo. Uno de los entrantes estaba completamente ocupado por cabos de pescadores (no nos gusta incordiar en sus lugares si podemos evitarlo) pero justo al frente parecía un buen sitio para nosotros, con buenos árboles, una zona de montaña baja -normalmente evita las rachas que se encañonan entre las altas laderas-, con un saliente que nos protegía del viento del E y unos islotes que nos iban a romper las olas que pudiera formar ese viento.


Echamos el ancla y pusimos cuatro cabos a tierra (me encanta): dos de popa y dos de través hacia detrás (54°17'1S 071°47'2W).



Al rato llegaron dos barcos de pesca. Ellos tienen un cabo echado entre dos árboles y a él se amarran de costado -sin usar ancla- dando la proa a la dirección del viento más habitual; en ese solo cabo llegaron a amarrar 4 barcos y tan tranquilos. Definitivamente cuando vieran todos nuestros cabos debían pensar que somos unos histéricos!


Cuando pensábamos ir a saludar, ya teníamos a una barca tocando a nuestro costado: la tripu del Bakan venía a saludar y nos traía centollas de regalo: 8 centollas gigantonas! nos limpiaron los bichos (nos dieron solo las patas), nos explicaron como cocinarlas y quedamos en cenar juntos en el Alea al día siguiente.


Pero al día siguiente sopló lo prometido, y nos quedamos sin cena. Aunque me resulte extraño, ya nos hemos acostumbrado a las previsiones de rachas de 50 nudos para arriba y lejos de ponerme más nerviosa de la cuenta, simplemente nos preparamos con tranquilidad: comprobar cabos, modificar o añadir si es necesario, asegurar todo lo que haya suelto en cubierta, asegurar las fundas de las velas, recoger el bímini... y esperar que pase; si el fondeo está bien las rachas de 50 no llegarán a ser más de 30, si es un sitio donde llegan los temidos williwaws, el viento puede superar a las rachas previstas.
Con todos nuestros cabos estábamos bien pero pronto vimos que el viento seguía la trayectoria de la costa y en lugar de entrarnos por la amura lo hacía bien de costado.



 Rachas de hasta 35 nudos nos hicieron pensar en la posibilidad de sacar el otro ancla y asegurar el través de donde nos entraba el viento. Lo hicimos en apenas 15 minutos... los pescadores seguían en su cabito.

el fondeo tras una noche nevada
Al día siguiente el viento iban a girar al N-NW y pensamos que con un poco de trabajo e imaginación podíamos girar el barco y ponerlo en la misma dirección que los pescadores dando la proa al NW (el segundo ancla que estaba de través quedaba como ancla de popa, la primera la llevamos con la boza hasta el través, los cabos que iban a la amura pasaban a proa, etc) y en un ratito estábamos preparados para la siguiente tanda de viento. Lo cierto es que como tantas otras caletas, la protección para los vientos predominantes era perfecta y a penas si notamos las rachas que la meteo nos daba y que el sonido del viento nos dejaba saber que sí, que ahí estaban, por encima de nuestro mástil.



Por la mañana vinieron Miguel y Mirtza a tomar un café (venían con todo el barco, no con la auxiliar, y lo amarraban a nuestro cabo de popa, o abarloaban a nosotros), por la tarde Fernando -su tripulante- a tomar un té, por la noche los tres a cenar... al día siguiente más de lo mismo e igual al que vino después; y cada vez, cargados de centollas (hemos comido y cenado centolla por 8 días, tenemos 8 botes de conserva de centolla y centolla congelada, 4 pescados en la nevera...) y nosotros intentábamos agasajarlos con pasteles y tortillas de patatas, alioli y paella.


Hemos hablado largo con ellos. El mundo de la pesca de la centolla es increíble. Hay hasta 3000 barcos con base en Punta Arenas faenando en la zona (desde PA hasta Williams), el año pasado fue especialemente malo y murieron 29 pescadores. Los barcos artesanales no pueden medir más de 12m; la tripulación habitual es de tres personas y acostumbran a tener entre 200 y 400 trampas cada uno, las dejan en el fondo (entre 20 y 200 metros) en grupos de 10/15 señalados cada uno con una única boya, recogen cada grupo pasados un par de días, solo son aptos para la venta los machos y deben cumplir con una medida determinada, dicen que son bastante estrictos con el control, está prohibida la pesca de la centolla con red. La temporada de pesca es de unos 5/6 meses y en ese tiempo no acostumbran a volver a puerto. Lo normal es que haya una persona en Punta Arenas que organiza un grupo de pescadores (lo llamaré “patrón” para entenderme); el patrón tiene un barco de recogida: cada semana pasa a retirar la pesca y a traer comida y combustible o recambios a cada uno de sus barcos, por lo tanto, el “patrón” a cambio de asegurarse la compra por un precio pactado de las capturas, se encarga del aprovisionamiento. Me pareció precioso que también lleva correo escrito de los pescadores a las familias y viceversa, como si el tiempo se hubiera detenido ya que para estos pescadores, durante la temporada de faena, el internet no existe. También hay barcos de acarreo: como los pescadores no pueden llevar a bordo todas sus trampas (demasiado peso), cuando quieren cambiar de zona de pesca tienen que buscar a un barco acarreador que les recoja la carga y la lleve a donde vayan a faenar. También hay barcos de “mercado negro” que intentan comprar la centolla (pagando más precio que el “patrón” pero sin dar ningún servicio)... y así un montón de historias de pescadores.

El trabajo es durísimo -está haciendo mucho frío y las condiciones del mar son en general muy malas-; en el Bakan la tripulación la forman el matrimonio (Mirtza y Miguel) y un tripulante de Puerto Montt (23 años, desde los 12 en el mar). Mirtza es la única mujer que faena en la zona, y no es la que cocina y limpia, es una más en el barco, recuperando trampas, reemplazando carnada, moviendo la pesca de arriba abajo... el espacio vital del barco es mínimo, en apenas 6 metros cuadrados tenían dos literas, una estufa y una cocina, solo dos asientos; un hueco que se abría en el suelo y daba paso a la sala de máquinas -sin ventilación- era a la vez el “camarote” del tripulante; en ese espacio conviven y viven tres personas 6 meses. No nos cambiaríamos por ellos ni por un minuto, pero ellos no pierden la sonrisa ni la generosidad. Como siempre, la gente de mar, nos ha dado una bonita lección de vida.


Pero el viento parecía darnos una tregua de un par de días y ya no teníamos donde meter más centolla... así que pensamos que era tiempo de pasar el temido canal Cockburn para adentrarnos en Brecknock.

1 comentario:

Alberto Garfias Pérez dijo...

Les van a salir las centollas por las orejas jajajaja

Que envidia! Ojalá pusieran fotos

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