lunes, 24 de septiembre de 2012

Pescando en San Blas




Aquí estamos de nuevo

¿ya está Johan corriendo por las calles? No!!! pero cada día está un poquito mejor. Hace una semana le hicieron un TAC pero aun tardaremos unos 10 días en tener los resultados... las cosas de palacio van despacio pero no nos quejamos: estamos en casa, arropados de amigos y familia y parece que el tiempo y la medicación van haciendo su labor y ya podemos darnos paseitos tranquilos.

Pero la cabeza y la ilusión sigue en Panamá, en el Alea. Sabemos que está bien pero seguro que también nos echa de menos.

Así que vamos a seguir poniendo imágenes a nuestro paso por Panamá. Nosotros -afortunadamente- no tenemos que cerrar los ojos para imaginarnos como se puede disfrutar en San Blas, solo tenemos que cerrarlos y recordar.

En la última entrada os contábamos como nos abastecíamos en el archipiélago, pero a los recursos que esconden las sentinas y la oferta fresca de los pescadores hay que sumar aquello que nosotros mismos conseguimos.

Ni Johan ni yo somos muy duchos en el arte de la pesca con harpón, pero con el curri y la caña vamos haciendo nuestros pinitos.

Nos ha resultado más sencillo que en nuestras navegaciones mediterráneas





La pesca más espectacular llevando el curri mientras navegamos entre San Blas e Isla Grande. La línea empezó a hacer ese sonido peculiar que te pone en tensión, te eriza la piel y te hace pensar en la cena, todo en un abrir y cerrar de ojos.

Johan empezó a recoger el hilo y yo como siempre a preparar los utensilios: la red, el cubo, la navaja...

Cuando la pieza estuvo cerca comprobamos que tenía un buen tamaño; nos acompañaban Jan y Nadin que nos hicieron de reporteros, y los cuatro juntos nos quedamos de piedra al ver que lo que arrastrábamos no era un atún, ni un wahoo, ni una dorada sino... ¡un tiburón!!





Lo pudimos subir con la red así que queda claro que el de Spillberg no era, pero la verdad es que impresiona.

Nos pareció tan bonito que nos planteamos devolverlo al agua, pero un vistacito a la boca y un ¿quién le saca el anzuelo? Inclinaron la balanza en favor de un guiso de tiburón para la cena




Pero ¿cómo se acaba con un tiburón? Nosotros estamos acostumbrados a no dejar que el pez se muera por asfixia para la foto con el trofeo, acostumbramos a acabar rapidito con él cortando por las agallas, pero con la fisiología del tiburón la cosa no era “como siempre” y no teníamos claro cómo actuar. Así que recordamos lo que nos habían dicho amigo más expertos en esto del pescar, que si viertes alcohol en las agallas el pescado muere rápidamente... así que echamos mano del ron (baratito)




Y aunque cuando empezó esta aventura yo pensé que no soportaría la penita de ver cómo moría un animal aunque fuera para acabar alimentándonos, las cosas han cambiado mucho en estos años y aquí os dejo una de las mejores sonrisas que me haya arrancado una cámara de fotos




Nos impresionó el tacto increíble de su piel, la falta de espinas, lo blanco de su carne y lo bueno de su sabor. Comimos tiburón a la plancha, cenamos croquetas de tiburón y unos tarros de conserva nos esperan a nuestro regreso.

También hemos pescado buenas doradas (el favorito de Johan)



y unos wahoos -o petos- que son mis preferidos.

Pero a veces, en un fondeo tranquilo, un día sin pescado fresco para cenar, nos animamos a sacar la caña con la que normalmente Johan practica el jigging. Utilizamos una línea con ocho o diez anzuelos pequeñitos, de cebo utilizamos -habitualmente- piel de pollo... este día a falta de otra cosa... bacon!

Echamos la línea al agua y con un poco de suerte, alehop!!! la cena








Bueno, pues la próxima entrega seguirá versando sobre pesca porque os voy a pasar nuestra receta para hacer conservas!

Y aquí seguimos esperando y procurando disfrutar de la espera.


martes, 11 de septiembre de 2012

Con la cabeza en San Blas


Aquí seguimos, reposando y esperando, estamos en lista de espera para ese TAC que nos permita saber qué es exactamente lo que mantiene a Johan sin poder hacer vida normal.

Los días van pasando mirando el techo. Tiempo para evaluar, valorar, pensar, soñar.

Tiempo para añorar la vuelta a casa

Tiempo para recordar nuestro paso por San Blas.

Antes de que la espalda del capi nos dejara clavados, habíamos vivido más experiencias que queríamos compartir con vosotros y en ello estamos, el cuerpo en Barcelona, la cabeza en San Blas.

El siguiente capítulo que tenía preparado era el del aprovisionamiento... ahora que tengo un super en la puerta, ver las fotos, rememorar los problemas para cuadrar el menú me parecen lejanos, pero hace unas semanas, nuestra vida era así; dentro de unas semanas confiamos en volver a vivir esta vida

Sabíamos que ir de compras una vez estuviéramos en el archipiélago no iba a ser fácil; por eso recalamos primero en Portobello y nos fuimos un par de veces al super de Sabanitas para llenar las sentinas hasta arriba. Además Maribel me había enseñado a hacer conservas de carne (las de pescado ya formaban parte de nuestra rutina) así que entre unas cosas y otras, calculábamos poder "sobrevivir" unas semanas.

Al llegar a Porvenir, visitamos una de las islas habitadas de San Blas, son islas que se abarrotan de casas que apenas si dejan un pasillito antes de llegar al mar. Allí nos encontramos ¡un super!, con el pasar de los días encontraríamos otro en Cartí, en Soledad Miria...

Unos más grandes, otros más pequeños, un denominador común: muy poco producto fresco, café y pasta, conservas de tomate, tal vez algo de arroz... y poco más






Pero no contábamos con lo que iba a ser nuestra fuente de proteína fresca!




A diario -una o varias veces- se nos acercaba una barca tradicional con pescadores que nos ofrecían por muy buen precio, las capturas del día




No tienen problema alguno en limpiarte la pieza que eliges y dejarte la mercancía lista para entrar en el horno





Aunque a nosotros nos gusta más el pescado que el marisco... hay que probarlo todo; entre nosotros, esto, mmm, no nos aclaramos demasiado con los centollos




Pero no hemos tenido problema para pillarle el punto a las langostas





Y entre unas cosas y las otras, el Alea se ha quedado con las sentinas llenas de conservas que no ha hecho falta utilizar; eso sí, los menús han sido mucho más exquisitos de lo que nosotros habíamos previsto!





Tanto así que la abundancia del mercado a los pies del balcón no consiguen que me olvide de que pronto volveremos a casa...





miércoles, 5 de septiembre de 2012

De casa a casa, del Alea a Barcelona

Bueno, tenemos que empezar volviendo a dar las gracias a todos. La respuesta que hemos tenido ha sido tan maravillosa que casi nos salen alas y nos venimos para Barcelona sin necesidad de avión.

Todos sabemos que tenemos una reflexión pendiente sobre el dar, el recibir, la
solidaridad, la gente buena en malos tiempos; pero de momento os queríamos hacer partícipes de esta aventura que ha sido un poco de todos: la vuelta a casa.

Cuando conseguimos comprar los pasajes de avión, nos faltaba cuadrar el modo de bajar del barco (ya que no teníamos acceso directo a tierra) y de llegar al aeropuerto.

Entendíamos que lo mejor era contratar una ambulancia y que con la camilla adecuada, los sanitarios se hicieran cargo del traslado.

Me fui a Portobello donde se encuentra el centro médico más próximo; en el primer lugar en que pregunté me dijeron que tenían dos ambulancias pero que una es donativo de una ONG y que tras dos años de adornar el parking aun no está legalizada y por lo tanto no ha entrado nunca en funcionamiento; la otra, bueno, la otra sí funcionaba pero como el chófer estaba de vacaciones, pues tampoco estaba operativa.

Me fui al segundo centro asistencial donde me dijeron que sí había una ambulancia pero que sólo podía desplazarse dentro del ámbito comarcal (o regional, no sé bien como se divide territorial y administrativamente Panamá) y que no podían llevarnos al aeropuerto sin una autorización especial y que tendríamos que hacernos cargo de los gastos que surgieran.

El día siguiente me dijeron que no habían recibido la autorización pero que podíamos arreglarlo saliendo antes de las 6 de la mañana para que la ambulancia estuviera en su lugar a las 9h. Eso suponía ir a una velocidad de vértigo por unas carreteras no muy buenas. Además no se hacían cargo de sacarlo del barco y teníamos que pagar... bueno la pregunta fue ¿cuánto están dispuestos a pagar? Necesitábamos un plan B

Buscamos una ambulancia privada; por el traslado (unos 120 km) nos pedían 800 dólares. Necesitábamos un plan C.

En la bahía hay un barco con un sevillano que vive a bordo. Esta historia se ha definido desde el principio como una historia de amistad desinteresada y de solidaridad. Felipe, que no nos conoce de nada, me acompañó en la odisea de las ambulancias y finalmente se ofreció para llevarnos en su coche. Si dicen que cuando dejas que las cosas pasen la vida fluye... nuestra historia iba fluyendo.

No disponíamos de camilla y Johan no podía caminar así que finalmente decidimos desembarcarlo atado a la pasarela del barco y trasladarlo a tierra en una barca local (que también nos consiguió Felipe) tripulada por Máximo y su hijo que no dudaron en dejar el trabajo y poner su lancha y su fuerza para llevarnos a tierra. Ahí estaban -como han estado en todo momento- Julio y Maribel para echar un cable.

Y así fue en imágenes la aventura









Felipe había adaptado el coche para que Johan pudiera ir cómodamente tumbado y así emprendimos en viaje a Panamá City.



Por primera vez en más de 20 días Johan volvía a ver el cielo y los árboles. Ataviados con la camiseta del foro naútico de La Taberna del Puerto que tanto nos ha empujado hacia casa, cual talismán habíamos iniciado el viaje desde casa hacia casa.


En el aeropuerto nos esperaban con una silla de ruedas y en todo momento recibimos un trato amable. Por teléfono habíamos acordado que en la sala VIP nos dejarían un espacio donde Johan se pudiera tumbar porque no puede estar sentado sin dolor por mucho rato y hacia allí nos dirigimos



Pero todo lo que el factor humano nos ha apoyado, la logística material se nos ha resistido! la Sala estaba en un segundo piso y el ascensor averiado. Aun así la espera fue cómoda y corta. Sin queja alguna.



El asiento del avión se hacía cama y Johan pudo hacer todo el trayecto acostado sin problemas. Ha sido estupendo poder hacer el viaje en estas condiciones óptimas; ambos teníamos miedo de agravar algo, de que él llegara peor de lo que habíamos salido de Panamá, pero gracias a la posibilidad de poder viajar en primera todo ha ido bien, estupendo en realidad

En Amsterdam el enlace de los vuelos no fue problema ya que nos trasladaron en uno de esos carritos como de golf que yo siempre había mirado con una sonrisa en los aeropuertos.



En Barcelona nos esperaba el servicio de asistencia con la silla de ruedas que dejó al enfermito en el coche que nos esperaba y de ahí, derechitos a urgencias hospitalarias.

Ahora estamos en casa, metidos de pleno en otra aventura, la de conseguir pruebas, llegar a un diagnóstico, buscar la mejor manera de recuperación. Estamos todavía en una fase inicial (o sea, en la lista de espera) pero todo parece seguir su curso y en unos días esperamos tener algo -bueno- que contaros. Entre tanto, seguimos aprovechando este parón para pensar, para pensar mucho en lo bueno que nos da la vida: los amigos, la vida.