sábado, 5 de febrero de 2011

Lesbos 3ª, Sigri, Apoteke


Teníamos una previsión de F5 NW pero ya conocíamos del verano a Luz, que nos acompañaba estos días, y sabíamos que los tres podíamso sobrellevar sin problemas un poco de viento.


Pero como casi siempre, la previsión no se cumplió y nos tuvimos que conformar con unos 10-15 nudos que nos entraban cómodamente de aleta y nos permitieron adelantar sólo con el génova hasta llegar a Sigri.


La entrada a la luz del día es más tranquila que la primera vez en que lo hicimos de noche; Sigri está protegida por una barrera de islotes que dificultan la entrada por lo que es importante estar muy pendientes de los faros, de las cartas... no dejar de mirar.

Esta segunda vez, también optamos por el muelle de la armada; al poco de llegar se nos acercó un soldado (guapetón él) a decirnos que nos podíamos quedar sin problemas -contraviniendo la orden que nos había dado el de la guardia costera (algo menos bienplantado) que nos había visitado apenas unos minutos antes invitándonos a fondear- con la única condición que tenía que haber siempre alguien a bordo por si era urgente despejar el muelle.



Como el muelle es militar decidimos hacer caso a la autoridad militar -que casualmente era la que más nos convenia- y mientras Johan se queba a bordo, Luz y yo nos fuimos a callejear y a visitar el museo del bosque petrificado por el que es famoso este pueblecillo.




El pueblo es pintoresco, Tiene un par de mini-markets y una panadería. Cuando preguntamos dónde podíamos comprar fruta y verdura, nos dijeron que llegábamos tarde porque el camión que diariamente abastece de productos frescos ya se había ido!

Sin compra fuimos en busca de la atracción turística del lugar.

El bosque petrificado es -como su propio nombre indica- un bosque en el que los troncos de los árboles están completamente petrificados debido a la erupción de un volcán sucedida hace entre 15 y 20 millones de años.

Con el tiempo y la erosión, la lava, al ser más blanda, ha ido desapareciendo dejando al descubierto lo que fueron troncos (muchos aún se conservan en pie), hojas, ramas, incluso piñas con sus piñones... convertidos en piedra.


El bosque en sí mismo está a unos km de distancia y con el barco en el muelle con Johan de guardia no nos animamos a ir pero pasamos un buen rato en el museo que es realmente interesante.



Por la tarde, los pescadores de tierra (pescan desde la pared con unas artes muy sencillas y un cebo al que llaman algo así como turufí) empezaron a invadir el muelle; nunca habíamos visto a tantos juntos! En poco rato quedó bastante claro que ahí amarrados molestábamos y alguien se fue a reclamar la presencia de la guardia costera que desautorizó al militar -que si están en prácticas y no saben como va la cosa- y nos envió al fondeo donde finalmente pasaríamos la noche



Lo cierto es que la bahía donde fondeamos es cómoda y está bien protegida, y como ya habíamos paseado por el pueblo, decidimos dejar descansar a Aleita, cenar a bordo y nos dedicamos a contar estrellas.



Al día siguiente pusimos rumbo a Apoteke, un pequeño pueblo que está en uno de los dos “mares interiores” de esta isla.

Salimos con la mayor arriba y pronto pudimos desplegar el génova. No había demasiado viento y al llegar al cabo e iniciar la navegación por la cara sur de la isla, se volvió muy inestable. Cuando nos quedaban a penas 5 millas para la entrada del canal que da paso al mar interior el viento subió a 20 nudos haciéndonos dudar de si podríamos entrar a vela ya que teníamos que navegar por un canal dragado entre aguas que apenas superan un metro de profundidad.

Pusimos el motor en marcha y con las velas arriba pero ayudándonos con la máquina llegamos a las primeras boyas de señalización y el viento paró completamente.

Ya sólo a motor avanzamos por el canal muy bien señalizado con balizas y exactamente coincidente con las cartas del plotter y llegamos al fondeo donde no había más veleros a la vista.


El pueblo no da para muchos paseos pero aún así andamos y charlamos sin prisa.



A la vuelta una cervecita en la única taberna abierta y un feta para acompañar.

Y alguien fue al baño y dijo que había unos tomates increíbles

  • por favor, una enslada griega

  • pues si pedimos algo más ya hemos cenado

  • una retsina frequita por favor

  • y unos gavros

  • otra retsina (que son de ½ litro, eh)

y para completar un café griego


Era de noche, nosotros los únicos clientes, en el interior del bar un pescador reparaba las redes mientras su hija nos atiendía.

Todo silencio menos nuestras risas...

¡nos lo estábamos pasando fenomenal, sin más misterios!



si quieres ser parte de la aventura

te esperamos

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Lesbos 2. Molivos


Llevábamos días con un fuerte viento del sur; el ancla aguantaba bien (el viento nos entraba de proa en el amarre) y el swell (¿mar de fondo en castellano?) no nos daba problemas.

Los partes predecían que el viento iba rolar al norte así que decidimos porner proa a Mólivos aprovechando los últimos coletazos de viento sur.

Salimos a las 9 de la mañana (no somos muy madrugadores, de todos es sabido) con 31 millas por delante. El viento no pasaba de 10 nudos, así que decidimos subir el génaker -que este año ha trabajado bastante- e ir a vela.


El viento estuvo juguetón todo el día así que arriamos y subimos el génaker hasta 4 veces -somos cabezotas, y si podemos preferimos ir a vela aunque sea despacio que a motor- y nos salimos con la nuestra ya que hicimos casi todo el trayecto no muy rápido, pero empujados por el viento.

Llegamos al puerto de Mólivos; en el muelle que la pilot indica como el de amarre para los veleros había un par de grandes barcos de pesca y un velerito que no nos dejaban espacio, así que decidimos amarrar justo frente a los restaurantes (¡podíamos pedir una cerveza fría desde la bañera y teníamos que apartar las patas de pulpo puestas a secar para bajar al muelle!)



Teníamos en ese momento un calado de 3.4m; la guardia costera nos vino a pedir los papeles antes de que acabáramos de ordenar los cabos (posiblemente por la proximidad de la costa turca, en Lesbos nos hemos encontrado con un control mucho más estricto de papeles que en otras islas, eso sí, siempre de forma educada y sin más inconvenientes). Nos comentaron que no había problema por haber ocupado ese muelle pero que era más seguro el de enfrente; que a la mañana siguiente quedaría un hueco y mejor nos moviéramos.


Mientras cenábamos se acercó un pescador ya entradito en años que en un inglés chapurreado pero muy correcto (a mi pesar... mejor que el mío sin duda) nos comentó que esa noche el viento rolaba a Norte y que cuando hay cambios bruscos -como era el caso- en el muelle que estábamos íbamos a pasarlo mal porque se formaba mucha mar en el puerto que nos iba a empujar contra la pared con fuerza; nos recomendó abarloarnos a uno de los pesqueros y para allá que nos fuimos dejando la cena a medias (con lo bonito que me había quedado el plato).

La tripulación del pesquero nos dió permiso para abarloar y nos ayudó amablemente (todos árabes trabajando para un armador griego) y dormimos arrullados por el grandullón que nos protegía y daba cobijo.



Por la mañana ocupamos el lugar que dejó libre el velero alemán que habíamos visto al llegar; aquí el calado era de 4'9m y hay puntos de toma de agua y electricidad que están incluidos en el pago del canon habitual (5,5€/d)



Desde nuestro nuevo amarre teníamos que andar un poco más para ir a cualquier sitio, pero la vista de la que disfrutábamos no tenía precio.



El pueblo de Mólivos se encarama en una montaña a los pies de un castillo. Cada momento del día teñía la postal de un color diferente ¡precioso!



Eso sí, para pasear por el pueblo y llegar hasta el castillo, hay que calzarse algo cómodo y estar dispuesto a subir y subir.


El pueblo posiblemente tiene poco de “auténtico” si por auténtico entendemos vida lugareña, está completamente volcado al turismo (todo son puestos de souvenirs) pero no por ello pierde el encanto de las calles cubiertas de parras que les dan sombra, cuestas empedradas, preciosas vistas al mar y como no una increíble puesta de sol.



El castillo (en domingo gratis, el resto de días 2 €) no está muy bien conservado -sinceramente nos gustó más la ciudadela de Mitilini) pero llegar a él es una buena excusa para hacer ejercicio y su visita si bien no es imprescindible, tiene su gracia!



A unos 5 km de Mólivos hay aguas termales... pero nosotros nos conformamos con los paseos al borde del mar, y como habréis imaginado, sin saber cómo nos fueron pasando los días, hasta que llegó Luz y con ella soltamos amarras para seguir descubriendo rincones de esta isla que bien merece una visita sin prisas.


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Lesbos 1ª parte. Mitilini

Con Quim, Roser y Yolanda navegamos de Sigri a Plomario y de ahí a Mitilini -la capital- donde esperamos a Luz para con ella circumvalar la toda la isla; así que para darle al relato un poco de orden, empezaremos por Mitilini.


Al embocar el amplio puerto de la capital de la isla, nos recibió a gritos una muchacha de la guardia costera (¿radio, canal 16? ¡no! A puro grito desde el pantalán). Maniobramos para acercarnos y nos indicó en qué lugar del muelle podíamos amarrar. Ancla y cabos a popa y cruzar los dedos para que el temporal del sur que se anunciaba fuera llevadero en este puerto ya que el viento nos iba a entrar completamente de proa.

Mitilini es una ciudad amable; las vistas desde el barco eran preciosas aunque el ruido del tráfico se hacía un tanto insufrible después de pasar 4 meses en unas islas en las que no hay ni semáforos.


Lo primero que nos llamó la atención fue la cantidad de gente joven (griegos, no turistas) a la que ya estábamos tan desacostumbrados como al tráfico; en nuestro recorrido por las Cicladas y el Dodecaneso en invierno y primavera, siempre habíamos visto mayores y niños, pero ni rastro de esa franja de edad. Y es que Mitilini es una ciudad universitaria y eso le da un aire especial!


Hay mucho comercio; por fin pudimos comparnos algo de ropa normal y no únicamente la ropa “de turistas” de esa que cuesta poco y dura menos y que es casi lo único que se puede encontrar en las otras Esporadas; ¿a qué nunca se os había ocurrido que algo tan sencillo como comprar ropa fuera un problema?. En Skópelos tuve que comprarme zapatos y no me quedó mucha más opción que la farmacia.


Nos llamaba la atención que nuevamente -como cuando llegamos a Kalimnos desde las Cicladas- el ambiente y las formas nos recordaran tanto a Turquía, y es que estábamos a un paso -literalmente- de la costa turca.


En Mitilini hay montones de restaurantes, tabernitas, bares, cafés, algunos con un encanto increíble, podríamos decir que irresistible.


Por haber, hasta un videoclub muy cerquita del puerto. Desde luego nos hicimos socios -íbamos a pasar aquí un par de semanas-; la última vez había sido en Malta... como pasa el tiempo (apuntar la dificultad de alquilar unas películas en las que el título está en griego y que no nos sonaban de nada por las carátulas que ya estamos un poquito desfasados de la cartelera; lo más que intentábamos era que fueran en VO en inglés... pero no siempre acertábamos y algún día hemos acabado con una película sueca subtitulada en griego)

En cuanto a los encantos que ofrece Mitilini, todas las guías hablan de las casas neoclásicas y en verdad que las hay preciosas, pero muchas de ellas están abandonadas y necesitan una restauración urgente (nos habríamos quedado cualquiera de ellas para resucitarla, que esto del bricolage lo debemos llevar en la sangre). Por otro lado nos encantó ver que quien decidía recuperar una de estas casas no se cortaba en abosoluto a la hora de pintar las fachadas y al lado de alguna de ellas ser un velero de color naranja era una nimiedad.

Y desde luego -presidiendo la ciudad- la ciudadela, de origen bizantino y que data del S XIV


La muralla está perfectamente conservada en su interior aún se encuentran numerosos edificios: escuelas, iglesias, viviendas...


Hay fotos que demuestran que hace 100 años había algunas edificaciones casi intactas; hoy casi todas están bastante deterioradas. En nuestro paseo por el recinto nos encontramos con un griego que nos comentaba lo lamentable de la falta de conservación (parece ser que los recortes presupuestarios en la materia están llegando al Partenón), y es que Grecia tiene “demasiado” patrimonio...


Y así, se nos fueron pasando los días y volvimos a desplegar las velas para poner rumbo a Mólivos


Pero esto es materia para otro día

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Info


Entendemos que por la proximidad con la costa turca, en los puertos de Lesbos hay un mayor control sobre los veleros. Es obligado acudir a capitanía y se cobra por la estancia en todos los puertos (la tarifa habitual, para 44' 5,5€/día aprox)


Amarrados en Mitilini 39º06'4 N 026º33'4E; calado 6'5m


Para utilizar los postes que dispensan agua y electricidad hay que comprar una tarjeta (5€) que venden en una agencia de viajes llamada Piccolo (sí... fácil no lo ponen)


En las proximidades de la ciudad hay un Lidl


Es posible conseguir botellas de 3L gas(del griego!)


Hay una nueva marina que está en funcionamiento desde el verano 2010. Para nuestro tamaño, el precio es de 26 €/día agua y luz a parte; está en las afueras de la ciudad pero accesible a pie; ofrece un recinto con “seguridad” -el paso no está vedado pero alguien vigila los pantalanes-, duchas, baños y wifi; si la estancia es para todo el invierno el precio del día es de 16€



seguimos nuestra ruta por Grecia

este año CRETA, PELOPONESO

Y MAR JÓNICO nos esperan

ya sabes que en el Alea

hay un camarote para ti

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